Dr. Hildebrando A. Castellón
en el Hotel Lupone
Después de terminada la guerra constitucionalista
«EL CENTROAMERICANO« SEPARATA DE APORTES HISTORICOS
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TUMBA DEL GRAL. Y EX-PDTE. MONCADA»
(PARTE OCHENTITRES) POR LOS RIOS KURINGWAS Y
PRINZAPOLKA HACIA MANAGUA
De Tasbapowney dimos órdenes a Laguna de
Perlas para que el Ejército se trasladase a la Cruz de Rio Grande aprovechando
las embarcaciones que nos quedaban. Iban a recorrer cien millas de la propia
Laguna y el Río bastante caudaloso del Kuringwas. En un desembarcadero de éste
recibieron la carga bueyes y mulas, que ya recogía en aquellas comarcas y
bananales el General Carlos Pasos, quien en toda la guerra fue el brazo derecho
del autor, por su energía y actividad.
LA
CARMELITA, nuestro hombre de guerra como dicen los ingleses, no estaba en el
mar, sino en Laguna, a donde había penetrado después de la batalla. Nos
dirigimos a Prinzapolka. Frente a sus aguas encontramos una embarcación amiga
que penetraba en la barra. Un amigo de abordo, nos dio informe de lo que pasaba
en Puerto Cabezas, lo mismo que en Río Grande: decomisadas las armas y municiones.
Todo allá era confusión.
El autor había
pensado en ir a Puerto Cabezas, para cambiar ideas con el Dr. Sacasa. Desistió
por de pronto, pues no quería caer en las zonas neutrales, y se resolvió a
obrar con independencia, continuar su camino como se ha dicho a lo sonámbulo.
Bien recibidos por los amigos en Prinzapolka: pero no por el tiempo, pues contrajimos
en la travesía del mar una fuerte influenza de 39 a 40 grados de fiebre. Así habíamos de marchar por el Río, a buscar
la Cruz de Río Grande, el nuevo punto de reconcentración.
Con amigos
conseguimos la gasolina necesaria para el transporte de elementos de guerra de
Laguna de Perlas El Ejército marchaba sin vacilaciones. Habíamos requerido al señor Almirante Latimer
por las provisiones, municiones y rifles de Río Grande y en Prinzapolka
recibimos la siguiente contestación, el 3 de Enero de 1927: "Mi estimado general: - Tengo el honor de
acusar a Ud. recibo de su carta de esta fecha, por medio de la lancha ANNIE,
requiriéndome para dar órdenes que permitan remover las provisiones y
municiones de las fuerzas que Ud. comanda en las zonas neutrales de Puerto
Cabezas y la Barra de Río Grande; y doy
a Ud. informe que di consejo al Capitán del ANNIE antes de que saliera de aquí
(aguas afuera de Río Grande) que vapor no armado, con hombres desarmados
únicamente puede entrar en la Barra en cualquier momento del día para sacar las
provisiones que allí haya.
. «Las armas y
municiones de Puerto Cabezas y Río Grande pueden de igual manera- removerse por
sus representantes debidamente autorizados, con botes y hombres desarmados.
Estos botes deben entrar a Puerto Cabezas y Río Grande durante el día, únicamente.
No conozco de provisiones de Ud. en
Puerto Cabezas, pero si las hubiere pueden ser transportadas. Respetuosamente
te. — (f) J.L. Latimer.- Contra Almirante, etc.-.
Trascribiendo
esta carta al Comandan te K.B. Chapell, del Cuerpo de Marinos, en la Barra
referida, dimos la debida autorizada comisión al General Carlos Pasos, quien al
penetrar en Río Grande solamente encontró a unos buzos a quienes el Oficial
Chapen pagaba para extraer del fondo del rio el millar de rifles de que hemos hecho
mención, y el millón ochocientos mil cartuchos. La
tarea resultó imposible.
¿Conocería
estos hechos el señor Almirante cuando dictó la contestación que hemos leído? Tal vez no, pues no le juzgamos entonces capaz
de tan cruel ironía. Le conocíamos caballero y militar pundonoroso.
Por nuestra
obsesión respecto de las zona neutrales, resolvimos la marcha inmediata a La
Cruz, no obstante la fiebre y una tos pertinaz y violenta. Por fortuna, a Prinzapolka había llegado el Dr. Hildebrando A. Castellón, médico distinguido, con
un cuerpo de Cruz Roja y con él hicimos la travesía hasta Matiguás. Salimos de Prinzapolka el 7 de Enero 4e 1927„
en una pequeña nave, subiendo el río que da su nombre a la ciudad. Teníamos
prisa de salir. La zona neutral nos pisaba los talones.
En efecto, el
día 9, un oficial de nuestro ejército nos decía lo siguiente en una carta de la
misma fecha: "Hónrame en comunicarle que hoy, a las 9.35 am. desembarcaron
cincuenta marinos americanos al mando del Capitán de Navío Haymann, para
neutralizar este puerto. De acuerdo con nuestra política y con las instrucciones
superiores recibidas no se opuso resistencia, pero a salvo el parque, el cañón
y los rifles sin empuñar, que existían en la plaza. Dos horas me concedieron
para desocupar la plaza con las fuerzas estacionadas. Le
llevábamos, pues, dos días de delantera al señor Almirante. Desde entonces
solamente de las nubes pudo vigilamos.
Se recordará
que en Octubre de 1926 propusimos al Encargado de Negocios, Denis, la
Neutralización total de la Costa Atlántica, que nuestro constante afán se
concretaba a marchar al interior en busca de nuestros adversarios. Se habría
evitado así las molestias y desazones que padecieron los marinos y también el
Departamento de Estado, a quien acusaba de imperialismo y de conquista la
opinión del mundo, y de provocación a Hispano América. Se habría ahorrado el volcán de odios que dio
vida y aplausos meses después, al bandolerismo de Sandino, terrible y
destructor.
Pero Mr. Denis
se hallaba empecinado en sacar al frente a Don Adolfo Díaz, y prefirió los
caminos largos y tortuosos, las conferencias, el Congreso y el cansancio de
Chamorro y de nosotros. El autor iba
despertando de su sueño poco a poco. Se curaba del sonambulismo. Recordando que esto precisamente. —la marcha al
interior—, era su ardiente deseo, no realizado por causa de los armisticios y
conferencias de Corinto y la tardanza del Dr. Sacasa en poner el pie en
cualquier peñón de Nicaragua, para inaugurar al señor Almirante sus zonas
neutrales sin precaver que, una vez en el interior, las malditas zonas
asomarían su fatídica cabeza en aguas y ciudades del mar Pacífico.
No sentíamos
la fiebre. Inyecciones del Dr. Castellón, una
tras otra, y quinina, y aspirina y adelante. El río tranquilo, el tiempo
lluvioso, húmedo en extremo, la montaña abrupta con las grandes ramas de los
árboles y enmarañadas lianas, colgando a las veces sobre la cubierta de la
pequeña nave.
Dormimos sobre
el río. Llegamos el 8 a Bisbila, sobre la ciénaga. El 9 en marcha a La Cruz, cruzando el río
Macantaca y el 10 en La Cruz, junto a las plantaciones y bananales de la
Cuyamel.
En esta ciudad
nos confortamos, sacamos fuerza de flaquezas y empujamos al ejército que
victorioso de Laguna salía. Monturas, aparejos, bueyes, mulas y botes, todo
listo con el auxilio generoso y decidido de Carlos Pasos. El 23 de Enero
salimos de La Cruz sobre las aguas del Río Grande y nos dirigimos a Palpunta,
el extremo navegable del mencionado río.
Suampos: El 26 por la mañana el Estado Mayor todo
a lomo de mula sobre el suampo y la montaña abrupta. Rodábamos en los
precipicios con cabalgaduras y todo. En lo hondo de una grandísima pendiente
llamada Aymamá, vimos demudarse al Dr. Castellón no
acostumbrado a tales marchas, ciudadano que había vivido solamente en las
clínicas y en los parlamentos, pues ha sido político nunca arrepentido y
siempre deseoso de ascender. Otra vez las patas de su cabalgadura, un machón
desenfrenado, se enredaron entre unas grandes raíces. La bestia pedaleaba y el autor,
angustiado, ordenaba a un ayudante que cortara la raíz.
Rodando,
levantando, cogidos de la maleza, cruzando los ríos a nado o a pie., con la
pertinaz calentura, llegamos a San Pedro el 28, sin encontrar sino las huellas
de la pequeña columna enemiga que Díaz había enviado por Chontales, para poner
en jaque nuestra ala de La Cruz.
En San Pedro
permanecimos varios días recibiendo los rifles, ametralladoras y cañones que en
botes empujaba Carlos Pasos desde La Cruz para Matiguás. Salimos el 4 siempre a lomo de mula y sobre la
montaña cenagosa y cruel. La misma marcha, monótona, sombría, arreglando cargas
y aparejos a cada momento, cortando ramas y obstáculos, por modo tenaz
perseverante, como si una grande obra digna del aplauso humano, había de realizarse,
con fe inacabable, con denuedo a las veces, teniendo siempre en la cabeza la
figura alta y risueña del señor Almirante, a bordo del Rochester, con los
destroyers de veinte y dos nudos y las tremebundas, terribles, odiosísimas zonas neutrales. Era un espectro que nos
perseguía y nos obsesionaba, poniéndonos acicates.
El 10 de
febrero, por la mañana caía en una mísera choza con el pulso alterado, algo
desalentado el cuerpo, pero no el espíritu. Una tizana del doctor,
una aspirina, otra inyección y a Matiguás.
Por la tarde
en tierra firme en los llanos de Matagalpa y de Chontales, después de treinta y
tres días de marcha fatigosa, indescriptible. Y luego los combates de que hemos
hablado en la primera parte. Batalla en
Muy Muy el 12 de febrero; en marzo 4, conferencia
de Muy Muy: Marzo 14, batalla otra vez y triunfo en Muy Muy y El Chompipe;
abril 5, derrota de Beltrán Sandoval; el 6, Palo Alto y triunfo completo;
hazaña de Escamilia y Diego López contra el tren de guerra. Batalla peligrosa
de Cumaica; cuatro más en Las Mercedes, los días 1-5, 16, 17 y 18. Y luego
Boaquito... y Stimson... y Tipitapa..- y
saludos nuevos al señor Almirante, quien con una tenacidad inhumana y terrible,
en aguas del mar océano, ya había cruzado el Canal y nos asediaba de nuevo con
sus zonas neutrales en el Pacífico, en el interior de Nicaragua.
Había salvado
felizmente sirtes del océano con los adelantos modernos, cinco mil marinos a
sus órdenes y naves de guerra y el apoyo total de ciento veinte millones de
habitantes de Estados Unidos de América; y nosotros, a la intemperie y al sol en
la jornada más cruel y fatigosa que en muchos siglos se verá.
La América Latina se quejaba, unida en el alma
y el corazón con Nicaragua, pero sin naves de guerra, ni nada. Nos quejábamos
al cielo, y el cielo tampoco escuchaba. Marcha azarosa, entre montes y precipicios
a sacudir el polvo de los zapatos y de la tiranía en la frontera de Costa Rica.
Tercera vez de la que el autor lo hacía
Primero contra Zelaya; después contra Mena, ahora contra Chamorro. Mucho teme
el no poder llegar a la cuarta ocasión de ocurrir en defensa de las libertades públicas,
pero quisiera porque el mal echará nuevas raíces.
Dr. Hildebrando A. Castellón
en el Hotel Lupone
Después de terminada la guerra constitucionalista
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