viernes, 17 de junio de 2016

Citas al Dr. H. A. Castellón en escrito de José M. Moncada



Dr. Hildebrando A. Castellón 
en el Hotel Lupone 
Después de terminada la guerra constitucionalista







«EL CENTROAMERICANO« SEPARATA DE APORTES HISTORICOS 197
TUMBA DEL GRAL. Y EX-PDTE. MONCADA»
(PARTE OCHENTITRES) POR LOS RIOS KURINGWAS Y PRINZAPOLKA HACIA MANAGUA

 De Tasbapowney dimos órdenes a Laguna de Perlas para que el Ejército se trasladase a la Cruz de Rio Grande aprovechando las embarcaciones que nos quedaban. Iban a recorrer cien millas de la propia Laguna y el Río bastante caudaloso del Kuringwas. En un desembarcadero de éste recibieron la carga bueyes y mulas, que ya recogía en aquellas comarcas y bananales el General Carlos Pasos, quien en toda la guerra fue el brazo derecho del autor, por su energía y actividad.
               LA CARMELITA, nuestro hombre de guerra como dicen los ingleses, no estaba en el mar, sino en Laguna, a donde había penetrado después de la batalla. Nos dirigimos a Prinzapolka. Frente a sus aguas encontramos una embarcación amiga que penetraba en la barra. Un amigo de abordo, nos dio informe de lo que pasaba en Puerto Cabezas, lo mismo que en Río Grande: decomisadas las armas y municiones. Todo allá era confusión.
El autor había pensado en ir a Puerto Cabezas, para cambiar ideas con el Dr. Sacasa. Desistió por de pronto, pues no quería caer en las zonas neutrales, y se resolvió a obrar con independencia, continuar su camino como se ha dicho a lo sonámbulo. Bien recibidos por los amigos en Prinzapolka: pero no por el tiempo, pues contrajimos en la travesía del mar una fuerte influenza de 39 a 40 grados de fiebre.  Así habíamos de marchar por el Río, a buscar la Cruz de Río Grande, el nuevo punto de reconcentración.  
Con amigos conseguimos la gasolina necesaria para el transporte de elementos de guerra de Laguna de Perlas El Ejército marchaba sin vacilaciones.  Habíamos requerido al señor Almirante Latimer por las provisiones, municiones y rifles de Río Grande y en Prinzapolka recibimos la siguiente contestación, el 3 de Enero de 1927:  "Mi estimado general: - Tengo el honor de acusar a Ud. recibo de su carta de esta fecha, por medio de la lancha ANNIE, requiriéndome para dar órdenes que permitan remover las provisiones y municiones de las fuerzas que Ud. comanda en las zonas neutrales de Puerto Cabezas y la Barra de Río Grande;  y doy a Ud. informe que di consejo al Capitán del ANNIE antes de que saliera de aquí (aguas afuera de Río Grande) que vapor no armado, con hombres desarmados únicamente puede entrar en la Barra en cualquier momento del día para sacar las provisiones que allí haya.
. «Las armas y municiones de Puerto Cabezas y Río Grande pueden de igual manera- removerse por sus representantes debidamente autorizados, con botes y hombres desarmados. Estos botes deben entrar a Puerto Cabezas y Río Grande durante el día, únicamente.  No conozco de provisiones de Ud. en Puerto Cabezas, pero si las hubiere pueden ser transportadas. Respetuosamente te. — (f) J.L. Latimer.- Contra Almirante, etc.-.
Trascribiendo esta carta al Comandan te K.B. Chapell, del Cuerpo de Marinos, en la Barra referida, dimos la debida autorizada comisión al General Carlos Pasos, quien al penetrar en Río Grande solamente encontró a unos buzos a quienes el Oficial Chapen pagaba para extraer del fondo del rio el millar de rifles de que hemos hecho mención, y el millón ochocientos mil cartuchos.   La tarea resultó imposible.
¿Conocería estos hechos el señor Almirante cuando dictó la contestación que hemos leído?  Tal vez no, pues no le juzgamos entonces capaz de tan cruel ironía. Le conocíamos caballero y militar pundonoroso.
Por nuestra obsesión respecto de las zona neutrales, resolvimos la marcha inmediata a La Cruz, no obstante la fiebre y una tos pertinaz y violenta. Por fortuna,  a Prinzapolka había llegado el Dr. Hildebrando A. Castellón, médico distinguido, con un cuerpo de Cruz Roja y con él hicimos la travesía hasta Matiguás.  Salimos de Prinzapolka el 7 de Enero 4e 1927„ en una pequeña nave, subiendo el río que da su nombre a la ciudad. Teníamos prisa de salir. La zona neutral nos pisaba los talones.
En efecto, el día 9, un oficial de nuestro ejército nos decía lo siguiente en una carta de la misma fecha: "Hónrame en comunicarle que hoy, a las 9.35 am. desembarcaron cincuenta marinos americanos al mando del Capitán de Navío Haymann, para neutralizar este puerto. De acuerdo con nuestra política y con las instrucciones superiores recibidas no se opuso resistencia, pero a salvo el parque, el cañón y los rifles sin empuñar, que existían en la plaza. Dos horas me concedieron para desocupar la plaza con las fuerzas estacionadas.   Le llevábamos, pues, dos días de delantera al señor Almirante. Desde entonces solamente de las nubes pudo vigilamos.
Se recordará que en Octubre de 1926 propusimos al Encargado de Negocios, Denis, la Neutralización total de la Costa Atlántica, que nuestro constante afán se concretaba a marchar al interior en busca de nuestros adversarios. Se habría evitado así las molestias y desazones que padecieron los marinos y también el Departamento de Estado, a quien acusaba de imperialismo y de conquista la opinión del mundo, y de provocación a Hispano América.  Se habría ahorrado el volcán de odios que dio vida y aplausos meses después, al bandolerismo de Sandino, terrible y destructor.
Pero Mr. Denis se hallaba empecinado en sacar al frente a Don Adolfo Díaz, y prefirió los caminos largos y tortuosos, las conferencias, el Congreso y el cansancio de Chamorro y de nosotros.  El autor iba despertando de su sueño poco a poco. Se curaba del sonambulismo. Recordando  que esto precisamente. —la marcha al interior—, era su ardiente deseo, no realizado por causa de los armisticios y conferencias de Corinto y la tardanza del Dr. Sacasa en poner el pie en cualquier peñón de Nicaragua, para inaugurar al señor Almirante sus zonas neutrales sin precaver que, una vez en el interior, las malditas zonas asomarían su fatídica cabeza en aguas y ciudades del mar Pacífico.
No sentíamos la fiebre. Inyecciones del Dr. Castellón, una tras otra, y quinina, y aspirina y adelante. El río tranquilo, el tiempo lluvioso, húmedo en extremo, la montaña abrupta con las grandes ramas de los árboles y enmarañadas lianas, colgando a las veces sobre la cubierta de la pequeña nave.  
Dormimos sobre el río. Llegamos el 8 a Bisbila, sobre la ciénaga.  El 9 en marcha a La Cruz, cruzando el río Macantaca y el 10 en La Cruz, junto a las plantaciones y bananales de la Cuyamel.
En esta ciudad nos confortamos, sacamos fuerza de flaquezas y empujamos al ejército que victorioso de Laguna salía. Monturas, aparejos, bueyes, mulas y botes, todo listo con el auxilio generoso y decidido de Carlos Pasos. El 23 de Enero salimos de La Cruz sobre las aguas del Río Grande y nos dirigimos a Palpunta, el extremo navegable del mencionado río.
 Suampos: El 26 por la mañana el Estado Mayor todo a lomo de mula sobre el suampo y la montaña abrupta. Rodábamos en los precipicios con cabalgaduras y todo. En lo hondo de una grandísima pendiente llamada Aymamá, vimos demudarse al Dr. Castellón no acostumbrado a tales marchas, ciudadano que había vivido solamente en las clínicas y en los parlamentos, pues ha sido político nunca arrepentido y siempre deseoso de ascender. Otra vez las patas de su cabalgadura, un machón desenfrenado, se enredaron entre unas grandes raíces. La bestia pedaleaba y el autor, angustiado, ordenaba a un ayudante que cortara la raíz.
Rodando, levantando, cogidos de la maleza, cruzando los ríos a nado o a pie., con la pertinaz calentura, llegamos a San Pedro el 28, sin encontrar sino las huellas de la pequeña columna enemiga que Díaz había enviado por Chontales, para poner en jaque nuestra ala de La Cruz.
En San Pedro permanecimos varios días recibiendo los rifles, ametralladoras y cañones que en botes empujaba Carlos Pasos desde La Cruz para Matiguás.  Salimos el 4 siempre a lomo de mula y sobre la montaña cenagosa y cruel. La misma marcha, monótona, sombría, arreglando cargas y aparejos a cada momento, cortando ramas y obstáculos, por modo tenaz perseverante, como si una grande obra digna del aplauso humano, había de realizarse, con fe inacabable, con denuedo a las veces, teniendo siempre en la cabeza la figura alta y risueña del señor Almirante, a bordo del Rochester, con los destroyers de veinte y dos nudos y las tremebundas, terribles, odiosísimas  zonas neutrales. Era un espectro que nos perseguía y nos obsesionaba, poniéndonos acicates.
El 10 de febrero, por la mañana caía en una mísera choza con el pulso alterado, algo desalentado el cuerpo, pero no el espíritu.  Una tizana del doctor, una aspirina, otra inyección y a Matiguás.
Por la tarde en tierra firme en los llanos de Matagalpa y de Chontales, después de treinta y tres días de marcha fatigosa, indescriptible. Y luego los combates de que hemos hablado en la primera parte.  Batalla en Muy Muy el 12 de febrero; en marzo 4,  conferencia de Muy Muy: Marzo 14, batalla otra vez y triunfo en Muy Muy y El Chompipe; abril 5, derrota de Beltrán Sandoval; el 6, Palo Alto y triunfo completo; hazaña de Escamilia y Diego López contra el tren de guerra. Batalla peligrosa de Cumaica; cuatro más en Las Mercedes, los días 1-5, 16, 17 y 18. Y luego Boaquito... y Stimson... y Tipitapa..-  y saludos nuevos al señor Almirante, quien con una tenacidad inhumana y terrible, en aguas del mar océano, ya había cruzado el Canal y nos asediaba de nuevo con sus zonas neutrales en el Pacífico, en el interior de Nicaragua.
Había salvado felizmente sirtes del océano con los adelantos modernos, cinco mil marinos a sus órdenes y naves de guerra y el apoyo total de ciento veinte millones de habitantes de Estados Unidos de América; y nosotros, a la intemperie y al sol en la jornada más cruel y fatigosa que en muchos siglos se verá.
 La América Latina se quejaba, unida en el alma y el corazón con Nicaragua, pero sin naves de guerra, ni nada. Nos quejábamos al cielo, y el cielo tampoco escuchaba. Marcha azarosa, entre montes y precipicios a sacudir el polvo de los zapatos y de la tiranía en la frontera de Costa Rica.
 Tercera vez de la que el autor lo hacía Primero contra Zelaya; después contra Mena, ahora contra Chamorro. Mucho teme el no poder llegar a la cuarta ocasión de ocurrir en defensa de las libertades públicas, pero quisiera porque el mal echará nuevas raíces. 





Dr. Hildebrando A. Castellón 
en el Hotel Lupone 
Después de terminada la guerra constitucionalista


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