CRUZ ROJA DEL EJERCITO LIBERAL
POR H. A. CASTELLÓN
EL GRÁFICO
12 DE JUNIO DE 1927
El movimiento
constitucionalista tuvo su Cruz Roja, lo mismo que su ejército, reclutando sus
miembros entre ciudadanos que voluntariamente se ofrecían y colectando los
elementos, entre nacionales y extranjeros altruistas, cada vez que el ejército
contrario nos negaba en su derrota lo que nos hacía falta.
Tuvo también
nuestra Cruz Roja otra característica y es que en su seno se cuidaba y se
asistía sin distingos, lo mismo a nuestros heridos, que a los adversarios,
siendo el mayor trabajo el que nos ocasionaban los últimos porque llegaban a
nuestras manos infectados engusanado y pestíferos, como resultado de las largas
horas que permanecían en los campos de batalla inexplorados a donde no llegaba
el compañerismo de los jefes conservadores, ni la piedad nuestra, porque nos
veíamos expuestos a visitar la muerte queriendo proporcionar la vida.
También
nuestra Cruz Roja, como el ejército, se distinguió por el éxito en las
curaciones dándose el caso de que un mismo soldado, de los muchos ardientes y
decididos con contábamos, fuese herido varias veces corriendo a empuñar el
rifle, tan luego restablecía, como lo hizo el coronel Campos. Y en homenaje a la verdad, debo declarar que
esta ventaja para los heridos liberales se debió a que los nuestros recibían
una inmediata asistencia médica, siendo algunas veces curados en la propia
línea de fuego.
Tengo la
satisfacción de decir con orgullo como jefe de la Cruz Roja liberal, que
algunos de los nuestros se precipitaron
al fondo de las cañadas y bajo el fuego enemigo, como sucedió en Palo Alto,
para recoger y curar infelices inditos de Catarina y Diría, que llenaban el
espacio con sus lastimeros quejidos, perteneciente todos a los ejércitos del
general Víquez que los dejó abandonados y que nuestra conducta, en nada se parece a la de los jefes militares
que recuperaron Chinandega el 8 de febrero, ametrallando a los heridos, ni a la
del parchero leonés que en Boaco negó su asistencia a uno de los nuestros y se
enfurecía porque a éste le llevaban alimentos.
Desde las
playas del Atlántico hasta Matiguás y de Matiguás hasta Teustepe, jamás la Cruz
Roja del constitucionalismo dejó de cumplir con su misión humanitaria y
altruista. Prodigando cuidados y
asistencia a los heridos y enfermos sin tomar en cuenta el tiempo ni la hora y
descuidando la propia alimentación.
Días de
amargura y de fatiga, luchando en el zuampo a pie, sobre un macho, bajo la lluvia, entre abrojos y dificultades,
a veces hambrientos con la ropa mojada y llena de lodo, pasaron los médicos de
la Cruz Roja, igualados a simples soldados con la desventaja de no tener donde
llenar su mochila. Y en aquella
inclemencia, en aquel desamparo, solo detenían su marcha para asistir uno que
otro enfermo que requería curación
inmediata.
Así llegamos desde el Atlántico hasta el departamento de Chontales, donde se
inició la serie de brillantes batallas en que siempre triunfaron nuestras
armas.
Establecimos
hospitales sucesivamente, en Matiguás, Paso Real, Olama, Palo Alto, las
Mercedes y Boaquito y un personal idóneo, inteligente y abnegado, hizo derroche
de energías por el mejoramiento rápido de los heridos y enfermos.
Me complazco
en mencionar a mis distinguidos compañeros, los doctores Eduardo Selva,
Humberto Alvarado y J. Carlos Estrada R. y a los practicantes René Selva, Ramón
Marchena, Pedro Koeffoed y la gentil y
heroica danesita Making Borring, que con dulzura y gracia especial nos prestaba
los más oportunos y delicados servicios médicos.
Nuestra Cruz
Roja, registró de Matiguás a Teustepe, una mortalidad de 76, con 113 heridos de
la manera siguiente: Combate de Muy-Muy (13 de Febrero), 6 muertos y 10
heridos. Combate del “Chompipe “: 38
muertos y 40 heridos; combate de Muy-Muy (5 de abril), 7 muertos y 7 heridos;
combate de Palo Alto: 3 muertos y 10 heridos; combate de Kumaica: 4 muertos y
15 heridos; combate de San José: 1 muerto y 2 heridos; combates en las
Mercedes: 7 muertes y 20 heridos; combate diversos en Teustepe: 7 muertos y 6 heridos, de los pueblos: 3 muertos y 4
heridos.
La guerra de
1926 y 27 hizo revivir en los jefes conservadores las prácticas sanguinarias
del tiempo de don Manuel Antonio de la Cerda, que ya la civilización había
abolido en nuestras reyertas intestinas y con dolor hemos vistos renacer la tea
incendiaria, el saqueo, la fusilación de
los heridos y prisioneros, como prácticas corriente de la generación
conservadora que hoy defiende el edificio construido sobre un golpe de Estado.
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