JOSÉ DOLORES GÁMEZ (1851-1918)
«Por el año de 1876
apareció en Rivas al frente de un periódico liberal doctrinario un joven
impulsivo, dinámico con ansias de notoriedad, que aspiraba conquistar lauros
tanto en el campo de las letras como en el de la política. Granadino de nacimiento,
de abolengo conservador, quebró en las cáscaras de la universidad natal los
prejuicios de casta y los atavismos ideológicos para abrazar con fe y
entusiasmo el credo democrático bajo la etiqueta romántica del liberalismo nacionalista.
Descendiente en línea recta del intelectual y antiguo Presidente del Salvador,
Lcdo. Juan José Guzmán. a quien llamaron pico de oro, y de un viejo
Capitán español que guardó mucho tiempo la fortaleza de San Carlos,
forjó su espíritu de batallador, con las férreas disciplinas del militar
y las finezas y astucias de un brillante letrado que envolvía en hilos de oro
los más elevados pensamientos.
Doña Leonor Guzmán y Don José
Dolores Gámez Torres fueron los progenitores del joven Gámez, quien vio la luz
en Granada el 12 de julio de 1851. Con 5 pies y 8 pulgadas de estatura,
de facciones europeas, ojos zarcos o azules, pelo lacio, fuerte complexión, el
aspecto de José Dolores Gámez y Guzmán, en su plena madurez, fue de un hidalgo
castellano comprensivo y dominador.
En las aulas dio prueba de
ser un estudiante precoz y aventajado y por los años de 1867 a 70 cursó las
leyes y se graduó de bachiller en derecho civil. Obligado a
interrumpir sus estudios y a ganarse la vida le vemos emigrar, detenerse
en Matina (C. Rica), hacer de tipógrafo, de telegrafista, regresar a Granada,
fijarse en Rivas, Donde por fin contrajo matrimonio en 1875.
Hombre inquieto, nervioso,
imaginativo, bulle en su cerebro la idea de ver a su país transformado y feliz bajo un régimen de democracia
verdadera y de progreso positivo. Se lanza al periodismo y desde las columnas
del “Termómetro” emprende campañas de ideas para renovar la sociedad y
restablecer la Patria grande de Morazán, tal como fue el sueño de Cabaña,
Barrios y Jerez. Gámez no se contenta con filosofar y predicar en
desierto y al mismo tiempo que se instruye en el estudio de la Historia Patria
se insinúa en el alma de las multitudes y conquista un sitio de representante
en el Congreso Nacional a raíz de la elección del Presidente Zavala. Por
cuatro años hizo oír su voz en el recinto del Poder Legislativo con disgusto
manifiesto de la diputación conservadora y al terminar su período empezó con
nuevos bríos su labor periodística, contribuyendo con sus amigos a la exaltación
del Doctor Adán Cárdenas, postulado a la Presidencia de la República y
con esto arrebatar del círculo granadino el poder tantos años detentado.
Pero el Doctor Cárdenas una vez afianzado en el mando supremo, volvió sus
ojos hacia el círculo genuino conservador y orientó su política por los
viejos cauces del elemento reaccionario que tan malos recuerdos habían dejado a
Nicaragua y entonces los amigos de la víspera fueron perseguidos y germinó en
ellos la idea de derrocarlo.
El año de 1884, a raíz de un
proceso iniciado por una supuesta conspiración para tomar los cuarteles de
Granada, el Gobierno del Doctor Cárdenas dio un decreto de extrañamiento
y confinamiento de varias personas del Partido Liberal Nacionalista, entre las
cuales figuraban los Señores Francisco Baca, Enrique Guzmán, José Santos
Zelaya, Doctor Julio César y Don José D. Gámez. Quiso el
Gobierno dar un golpe de mazo a la oposición libero-conservadora y no consiguió
otra cosa sino sembrar la intranquilidad en la República y proveer de
colaborador al General J. Rufino Barrios, quien ya meditaba su cruzada militar
por Centroamérica como único medio
de reconstruir la Gran Patria de 1823. Gámez había sido confinado a
Bluefields por el decreto aludido, pero no tardó en reunirse con sus
compañeros en la capital guatemalteca, donde prestó su valioso contingente para
tratar de realizar la unión centroamericana y por ende arrojar del Poder
de los Estados centroamericanos a los istmeños caciques separatistas que
mantenían estancados en la sumisión y el atraso a estos pueblos
infelices. Amigo y partidario del gobierno guatemalteco, Gámez que
imprimió siempre a sus actos y palabras el sello de la sinceridad, logró
obtener su confianza y hacerse escuchar. Y en los consejos privados, en la prensa
o en las comisiones confidenciales, tuvo sus oportunidades.
La bala homicida que en
Chalchuapa tronchara la vida material del héroe despedazó también las
esperanzas unionista renacidas con el decreto del 28 de Febrero de 85, por el
cual Barrios asumía la Comandancia General de los Ejércitos de Centro América
(Gámez era Coronel). Abandonado por el jefe que en impromptu
pasó a la eternidad, los emigrados liberales de Nicaragua como los de El
Salvador continuaron la lucha seccional haciendo la guerra al separatismo
conservador del Doctor Cárdenas y del Doctor Zaldívar.
El triunfo del General
Francisco Menéndez en El Salvador alentó a los nicaragüenses y no
obstante de haber lanzado el grito de Satoca, todo fracasó porque estos
pueblos no estaban preparados para recibir el bautismo
liberal.
Regresó Gámez a Guatemala
donde hizo campaña en el Diario de Centro América y en los periódicos de
Guatemala por la causa liberal y nacionalista que en aquellos se mantenía
abatida y con su espíritu inquieto y visionario removió los archivos y
bibliotecas hasta compilar los materiales con que luego debía escribir su
Historia de Nicaragua.
El ascenso del Coronel Evaristo Carazo a la Presidencia de la República en
Marzo de 1887, fue favorable no solamente a la tranquilidad pública y a las
ideas liberales, sino también al regreso de todos los emigrados
políticos que se sintieron garantizados. Aprovechando la amnistía, pudo Gámez
mediante un trabajo inteligente y metódico reconstruir el capital de su familia
y atender a su educación y bienestar.
Mientras tanto, un concurso
decretado por el Gobierno, le dio ocasión para escribir su obra famosa sobre la
Historia de Nicaragua que obtuvo el primer premio en el certamen y sirvió a
varias generaciones para formar el caudal educativo sobre los sucesos de la
Patria. Pero un hombre como Gámez, a quien el exilio había servido para
completar su educación y poner alas a su ambición no podía contentarse con la
vida vegetativa de la provincia y liando sus maletas trasladó su tienda, de Rivas a la Capital. Las
prensas del “Termómetro” hicieron saber a los liberales que el “Abanderado del
Partido” como le llamó Jerez estaba en el corazón de la República marcando las
palpitaciones de la vida nacional con su pluma acerada
demoledora.
El General Santos Zelaya,
a quien Gámez impulsaba como jefe efectivo del Partido Liberal, ganaba buenos
puntos en el concepto popular y los grupos se organizaban como en víspera de una batalla;
pero en aquel vibrar de los hombres nuevos y en sus múltiples combinaciones
aparecía el pensamiento audaz y atropellado del abanderado Gámez.
Cundo el Presidente Sacasa
rechazó la oferta de gobernar en el Partido Liberal y se decidió por el
circulito incoloro que le llevó a la tumba, los liberales encabezados por Gámez
y Zelaya vieron revivir sus esperanzas políticas y encaminando sus pasos como
le hiciera el Conde de Cavour
tomaron injerencia en todos los actos de la oposición. Mientras el
Presidente Sacasa adormecido por la adulación y extasiado ante el
incensario de sus parciales caminaba al abismo, la oposición liberal del brazo
con los conservadores se preparaba a todos los eventos.
La revolución de Abril de
1893 fue precursora de la Revolución de Julio del mismo año, y tejedora
de aquella madeja fueron Gámez, Zelaya. Desde el Pacto de
Sábana Grande firmado el 6 de junio de 93 hasta el 14 de julio, fecha en la
cual el General J. Santos Zelaya se trasladó con sus amigos de la capital a la
ciudad de León, el Señor Gámez que era el consejero principal del
caudillo revolucionario, no tuvo punto de reposo, ora en las tareas
periodísticas, ora en los conciliábulos y combinaciones de la política liberal.
Cuando se convino en los términos del Pacto de Paz de Sábana Grande, el nombre
de Gámez fue cuidadosamente eliminado por los jefes conservadores que no
quisieron darle la representación liberal como deseaba Zelaya, optando por el
candidato Doctor Luciano Gómez, de filiación progresista, pero amigo
personal del Jefe managüense.
La contrarrevolución
fraguada con el concurso decisivo de los liberales de León y que estalló en
Julio, tuvo en Gámez un enérgico partidario, dejando su labor ideológica y
política para presentarse con Zelaya en los campos donde los hombres de acción
deciden los problemas substanciales del derecho y la libertad de los pueblos
irredentos. Gámez acompañó a Zelaya en aquella corta y gloriosa jornada
pie con pie apoyándole más que como un ministro como consejero y amigo.
El Pacto de Momotombo que
dio a Zelaya la Comandancia General de las armas y le aseguró la Presidencia
para el primer período constitucional, obra fue de Gámez; y sobre las alturas
de los Brasiles y la Cuesta imitando a Bonaparte en Tolón secaba en el polvo de
los cañones las comunicaciones que expedía a León y a los departamentos del
Norte; así como a varias capitales de Centro América.
En la noche del 25 de
julio, cuando el ejército victorioso penetraba a la capital, Gámez redactó el
famoso decreto llamando a todos los nicaragüenses hermanos y concediendo a los
vencidos los mismos derechos que a los vencedores. Firmada la paz, Gámez
se entregó en el Ministerio de
Fomento a la reconstrucción de las vías férreas, a la organización del correo
nacional y del telégrafo, a extender las comunicaciones en todo el país,
y fue bajo su dirección que los pequeños vapores que surcaban los lagos
pasaban sobre los rieles con finos guerreros de nuestros grandes lagos a las
aguas de Pacífico como elemento de rápido transporte.
La guerra que
declaró al Presidente Vázquez de Honduras y que obligó a éste a dejar el Poder
encontró en José Dolores Gámez al hábil y oportuno colaborador para quien no
había dificultades en el desempeño de sus funciones. Antes de la emergencia con
Honduras, abandonó momentáneamente el ministerio que desempeñaba para marchar a
Costa Rica en calidad de ministro Plenipotenciario, regresando al terminar su
misión al puesto que tenía. La guerra con Honduras puso de manifiesto la
eficiencia del Ministro de Fomento, quien no solamente atendía a su ramo, sino
que consciente de sus obligaciones de compañero y amigo íntimo del Presidente Zelaya, alcanzaba su celo a todos
los resortes de la administración.
Algunos meses después de terminada la guerra contra Vázquez y cuando el
Doctor Policarpo Bonilla ejercía en Honduras la Presidencia, a Gámez le
fue conferido el nombramiento de Ministro Plenipotenciario ante los Gobiernos
de Centro América a fin de dar pasos conducentes a la Unión
centroamericana. El Gobierno de Honduras que en la ocasión estaba ligado
con el de Nicaragua, no solamente acogió las iniciativas de la diplomacia
nicaragüense, sino que confirió al mismo Señor Gámez su representación
ante los Gobiernos de El Salvador y Guatemala y en esas condiciones se firmó un
pacto que no tuvo aceptación por Costa Rica.
Regresó Gámez a Nicaragua en momentos en que Inglaterra por medio de sus barcos
de guerra nos imponía su ultimátum con motivo de la reclamación Hatch. Y
como se le impidiera pasar de Corinto a Managua, lanzó una vigorosa
protesta contra el poder de Inglaterra que de ese modo allanaba la soberanía
nacional nicaragüense.
Terminado el incidente Hatch,
volvió Gámez a sus faenas del Ministerio de Fomento, donde no se daba punto de
reposo. Durante ese período se construyó el ramal ferroviario de Chinandega al
Viejo y se incrementó el tráfico con la Costa Atlántica por vía del río San
Juan.
Intencionalmente no hemos querido recordar su participación en los sucesos de
la Mosquitia, pero el plan de reincorporación que Zelaya ordenó para aquella
región fue planeada por los consejeros del Presidente y principalmente por
Gámez y Samuel Mayorga, según declaración del Lic. Félix Quiñones, publicada
por la “Prensa” con motivo de una controversia periodística. El distinguido
abogado y hombre de letra ha referido que a la sazón fue nombrado por el
gobierno liberal para desempeñar las funciones de Gobernador Intendente de San
Juan del Norte y que el pliego
de instrucciones fue redactado por José Dolores Gámez, pero obligado a
renunciar por causas de origen local no tomó posesión de la Gobernación.
Poco después los señores
Lacayo y Cabezas eran enviados con iguales fines a Bluefields obedeciendo así a
las ideas discutidas y maduradas en el gobierno del Presidente Zelaya, y porque
él estuvo presente, convenció la génesis del movimiento de Reincorporación, es
que puede afirmarse que Gámez y Mayorga iniciaron el plan» .
Hildebrando A. Castellón
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