Napoleón III
Dr. Hildebrando A. Castellón
leyendo una ponencia sobre
la gesta de RAfaela Herrera y la invasión de
Horacio Nelson a Nicaragua en el Ateneo de
México, en 1936, cuando era ministro de nicaragua
ante el gobierno de ese país
Napoleón
III y el Canal por Nicaragua
Por
Dr. Hildebrando A. Castellón
Cuando los conquistadores españoles, luego de
recorrer todas las costas de América se convencieron de que no había pasaje
natural que pusiese en comunicación las aguas del Atlántico con las del
Pacífico, se dieron a la búsqueda de un istmo o estrecho garganta de tierra que
facilitara las comunicaciones entre ambos océanos. Los que invadieron a México
señalaron el istmo de Tehuantepec; otros, indicaron el paso por Nicaragua, y
más al sur, el de Panamá y la vía del Atrato.
Pero de modo fundamental y con abono de su gran
prestigio científico, el Barón Alejandro de Humboldt estudió y clasificó los
lugares naturales del continente americano para establecer la comunicación
intemarítima que de modo urgente reclamaba el comercio y la cultura mundiales,
desde principios del siglo XIX. La vía
de Nicaragua para hacer un canal que permitiera el paso de un océano al otro,
fue codiciada por los ingleses durante varios Siglos y lucharon tenazmente a
fin de apoderarse del río San Juan, del Gran Lago de Nicaragua y de las tierras
adyacentes.
Los españoles, que también comprendieron la
importancia de la empresa, concibieron la posibilidad de efectuarles y en 1781,
comisionaron al Ingeniero don Manuel de Galisteo para hacer un estudio y emitir
un dictamen, pero el Ingeniero español que hizo algunos trabajos en el lago de
Nicaragua y en el río San Juan, declaró la obra impracticable, fundándose en el
desnivel del lago sobre el Atlántico.
Después de la Independencia de Centro América,
creció el interés mundial, sobre todo en los Estados Unidos y volvió al tapete
la idea de hacer un canal por el territorio de Nicaragua, donde es sabido que
existe un reservorio de aguas dulces y una vía fluvial con salida al Atlántico,
quedando solamente por perforar una estrecha faja de tierra que borda al
Pacífico.
Durante la presidencia en Centro América del
General Morazán se proyectó la apertura de un canal con la base financiera de
compañías europeas y bajo la protección entusiasta del Rey de Holanda, Su
Majestad Guillermo I, pero esta combinación fracasó a causa de los sucesos
políticos que segregaron a Bélgica de Holanda. Un poco más tarde el Ingeniero
Inglés Mister Baily hizo estudios en la proyectada ruta y muy particularmente
en el lago de Nicaragua y en el río San Juan.
A causa de las perturbaciones políticas y de los
amagos internacionales en que se vió envuelta Nicaragua después de rota la
Federación, su Gobierno se vió obligado a enviar una legación antes las Cortes
de Inglaterra y Francia a cargo del Licenciado don Francisco Castellón.
El
señor Castellón aunque Fracasó ante la Corte de San James, logró mejor éxito en
Francia donde fue recibido y pudo hacer la propagación de la idea del canal en
la Prensa y en los círculos políticos. Uno de los hechos que a la sazón tuvo
mayor resonancia europea, fue la visita que hiciera en el año de 1845 el
Licenciado Castellón al Príncipe Luis Napoleón Bonaparte prisionero Político en
el Castillo de Ham y quien más tarde se llamó Napoleón III. Con permiso del
Gobierno de Luís Felipe de Orleáns fue a Ham el diplomático nicaragüense para
conversar con Bonaparte, quien le reservó muy buena acogida, tanto por la
simpática presencia como por sus maneras y la serenidad con que le trató
diversas cuestiones.
Es asunto fundamental fue su proposición de
colocarle a la cabeza de una vasta empresa que tuviese por objeto abrir el
comercio del mundo el canal interoceánico por Nicaragua, cuyo éxito sería
seguro una vez que su nombre apareciera como director supremo, pues tanto el
mundo financiero como todos las demás colaboraciones juntarían el esfuerzo
requerido para emprender y terminar la obra magna de cortar el Continente
Americano y acortar la ruta comercial para el Oriente.
En una memorable carta que el Licenciado Castellón
dirigió al príncipe Luis Napoleón[i]
en la cual hace historia de conversaciones anteriores, puede decirse que está
resumida la negociación que el diplomático nicaragüense propuso a Bonaparte, y
en la cual mostraba la habilidad y el talento persuasivo del Representante de
Nicaragua.
Como es bien sabido, el Príncipe Luis Napoleón
logró escapar en 1846 del Castillo de Ham y se refugió en Inglaterra donde
publicó un folleto muy interesante en que se refería al canal por Nicaragua y
el cual llamó fuertemente la atención europea y especialmente del Gobierno
inglés, cuyas disposiciones sobre nuestro territorio se hicieron sentir bien
pronto, por lo agresivas.
El Proyecto Bonaparte para la canalización escogía
la ruta del río San Juan, el lago de Nicaragua, el río Tipitapa, el lago de
Managua y la parte del estrecho que termina en el puerto de El Realejo. Dicho
canal se llamaría “Canal Napoleónico de Nicaragua” y su trazo fue levantado por
famosos ingenieros y vulgarizado más tarde por el Ingeniero Thome de Gammond.
Esta obra gigantesca fue seriamente contemplada en
aquel momento, pero su interés inicial fue desviado por los trabajos políticos
que llevaron a Luis Napoleón, primero a la Presidencia de Francia y luego, al
imperio.
En el entretanto el Ministro Castellón había
firmado con la “Compañía belga de colonización” la cabeza de la cual figuraba
el Conde Hompesh, un tratado relativo al mismo asunto el cual no fue aceptado
por las Cámaras Legislativas de Nicaragua.
El Gobierno Americano, no veía con buenos ojos la
injerencia de Compañías o Gobiernos europeos en la construcción del canal por
Nicaragua, y muy pronto llegó a este País el Ministro George Squier que
protegió y dio todo apoyo a una tentativa hecha por los financieros
norteamericanos que encabezó Mr. Hise en la cual se reflejaba todo el interés
despertado en EE.UU. por el oro, brotaba las entrañas de California.
Todos los proyectos de canalización en Nicaragua
comprendían tres partes principales: la primera sobre el río San Juan a fin de
adaptarlo técnicamente a la obra, la segunda, sería la fijación de la ruta por
el Gran Lago, y la tercera la perforación del istmo comprendida entre dicho
lago y la costa del pacífico.
El proyecto lanzado por el Príncipe Luis Napoleón y
meditado entre los muros silenciosos del Castillo de Ham, tuvo como informantes
al propio Licenciado Castellón y las publicaciones de los ingenieros Baily,
Garella y Child; pero al correr del tiempo fue abandonado en la parte relativa
al corte de tierra firme resultado más factible según la técnica moderna
escoger como puerto de salida en el Pacífico al de Brito.
El canal por Nicaragua acorta considerablemente las
distancias y hace una economía colosal en los transportes aun haciendo un
examen comparativo con el ya efectuado de Panamá. Como defensa del Continente
Americano los técnicos de la materia han declarado la necesidad imperiosa de su
construcción siendo insuficiente la que proporciona la ruta ya construida en el
Darién.
La
idea acariciada por Bonaparte está próxima a tener un principio de ejecución.
[i] Esta
carta se encuentra en el folleto que publicara Luis Napoleón sobre el Canal por
Nicaragua y que yo tradujera de una versión francesa, el original fue escrito
en inglés, y que me publicara el Boletín de Bibliografía y Documentación del Banco Central. Por ser pertinente la carta al artículo de mi abuelo Dr. Hildebrando A.
Castellón ya que la menciona, la copio la traducción a continuación:
León de
Nicaragua, 6 de diciembre de 1845
“Príncipe:
Con el mayor placer
recibí la Carta de Vuestra Alteza, de fecha 12 de agosto, en que me expresáis
los sentimientos de amistad y estima,
por los que me siento muy
honrado. A lo anterior añadís vuestras
ideas relativas al canal de Nicaragua, encaminadas de la mejor manera para la prosperidad de Centro
América. Me anunciáis al mismo tiempo
que estáis mucho más dispuesto a
viajar a este país para
avivar con vuestra presencia y vuestro
concurso la ejecución de esta magna
obra, que bastaría a la más noble ambición y que estáis presto a
aceptar, sin otro designio que el de cumplir una tarea digna del gran nombre que lleváis. Antes de abordar esta materia de tan
gran interés para mi patria, solicito a Vuestra Alteza el permiso de
expresaros, en retorno de las
expresiones halagadoras de que os servís con respecto de mi poco mérito,
que estos conceptos son la mejor prueba
de la magnanimidad y benevolencia de vuestro corazón.
Cuando estuve en Francia, en calidad de Ministro
Plenipotenciario, estaba deseoso, antes de dejar Europa, de haceros una visita en Ham.
Aspiraba al honor de veros, no solamente a causa de la popularidad que
rodea vuestro nombre en el mundo, sino también
porque había podido juzgar por mí mismo, en vuestro país natal, del alta
estima que se atribuye a vuestro carácter
y de la simpatía que inspiran vuestras desdichas.
Admiré vuestra
resignación y vuestro amor por esta Francia donde vivís prisionero; mas tuve
una secreta satisfacción viendo vuestro espíritu exaltarse ante la
evocación del inmenso trabajo del cual
mi país se preocupa, y que podría tan vivamente promover el progreso de la
civilización.
Las disposiciones que
vos me anunciasteis, y las notas adjuntas a vuestra carta, han excitado aquí el
más vivo entusiasmo, con el cual se mezcla una profunda gratitud.
Tengo la satisfacción de
comunicar a Vuestra Alteza que mi gobierno, plenamente convencido de que el verdadero medio de realizar el capital
necesario para esta empresa es colocarla bajo el patrocinio de un nombre
independiente, como el vuestro, por la fortuna y la posición, y que atrayendo la confianza de
dos mundos, aleja de aquí todo temor de dominación extranjera; y que este gobierno, observa, en Vuestra Alteza, a la
única persona, que puede llenar estas diversas condiciones. Educado en una República, Vuestra Alteza ha
mostrado con su noble conducta en Suiza
en 1838, hasta donde un pueblo libre puede contar con vuestra abnegación, y
nosotros estamos seguros de que si
vuestro tío, el gran Napoleón, se hizo inmortal por sus victorias, Vuestra
Alteza puede adquirir entre nosotros una gloria igual por los trabajos de la
paz, que no hacen sino derramar lágrimas
de reconocimiento.
Desde el día en que poséis los pies sobre nuestra tierra, una
nueva era de prosperidad se
iniciará para sus habitantes.
Lo que pedimos a Vuestra
Alteza que nos permita proponerle no es indigno de su alta consideración, ya
que antes de 1830, el Rey Guillermo de
Holanda había aceptado algo
similar. Si nosotros no le entregamos
inmediatamente los poderes necesarios para las primeras negociaciones de estos
inmensos trabajos, es debido a la ausencia actual de las cámaras legislativas,
cuya intervención es necesaria para el examen de un tratado que firmé el año
pasado con el conde de Hompesch, Presidente de la Compañía Belga de
colonización. Este tratado no habiendo
sido tan favorablemente acogido como yo
lo había esperado, es probable que el gobierno sea autorizado a dirigirse a
vos, pudiendo así satisfacer el clamor
nacional. De la misma manera
parece resuelto a enviarme cerca de vos con las instrucciones necesarias
para que tratemos ampliamente esta cuestión.
Otra causa de retraso es
la reciente conmoción popular en este país.
Pero como el número de descontentos es mínimo, y el gobierno tiene el
apoyo de la opinión pública, pienso que esta revolución está llegando
a su término, y que la próxima calma permitirá dar el más rápido impulso
a nuestra magna empresa.
El gobierno está
convencido de que la construcción del
canal, al dar trabajo a todos los brazos desocupados, será
un nuevo medio de pacificación y de bienestar para este pueblo, desde hace
tan luengo tiempo cansado de los
horrores de la guerra civil.
Tanto por la impaciencia
de ver el inicio de una obra en la cual deseo emplear todas mis facultades,
como por el deseo de ver a Vuestra Alteza arreglar los destinos de mi patria,
aspiro al honor de volveros a ver en
Ham, aunque sólo fuere por pocas horas, conservando la esperanza de asistir a
vuestra liberación, por la que no ceso de dirigir fervientes ruegos a Dios.
Hago propicia esta
oportunidad para expresar a Vuestra Alteza etc.”
“FRANC. CASTELLON.”
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