jueves, 16 de junio de 2016

Napoleón III y el Canal por Nicaragua Por Dr. Hildebrando A. Castellón







 Napoleón III

 Dr. Hildebrando A. Castellón 
leyendo una ponencia sobre 
la gesta de RAfaela Herrera y la invasión de 
Horacio Nelson a Nicaragua en el Ateneo de 
México, en 1936, cuando era ministro de nicaragua 
ante el gobierno de ese país

Napoleón III y el Canal por Nicaragua
Por Dr. Hildebrando A. Castellón

Cuando los conquistadores españoles, luego de recorrer todas las costas de América se convencieron de que no había pasaje natural que pusiese en comunicación las aguas del Atlántico con las del Pacífico, se dieron a la búsqueda de un istmo o estrecho garganta de tierra que facilitara las comunicaciones entre ambos océanos. Los que invadieron a México señalaron el istmo de Tehuantepec; otros, indicaron el paso por Nicaragua, y más al sur, el de Panamá y la vía del Atrato.

Pero de modo fundamental y con abono de su gran prestigio científico, el Barón Alejandro de Humboldt estudió y clasificó los lugares naturales del continente americano para establecer la comunicación intemarítima que de modo urgente reclamaba el comercio y la cultura mundiales, desde principios del siglo XIX.  La vía de Nicaragua para hacer un canal que permitiera el paso de un océano al otro, fue codiciada por los ingleses durante varios Siglos y lucharon tenazmente a fin de apoderarse del río San Juan, del Gran Lago de Nicaragua y de las tierras adyacentes.

Los españoles, que también comprendieron la importancia de la empresa, concibieron la posibilidad de efectuarles y en 1781, comisionaron al Ingeniero don Manuel de Galisteo para hacer un estudio y emitir un dictamen, pero el Ingeniero español que hizo algunos trabajos en el lago de Nicaragua y en el río San Juan, declaró la obra impracticable, fundándose en el desnivel del lago sobre el Atlántico.

Después de la Independencia de Centro América, creció el interés mundial, sobre todo en los Estados Unidos y volvió al tapete la idea de hacer un canal por el territorio de Nicaragua, donde es sabido que existe un reservorio de aguas dulces y una vía fluvial con salida al Atlántico, quedando solamente por perforar una estrecha faja de tierra que borda al Pacífico.

Durante la presidencia en Centro América del General Morazán se proyectó la apertura de un canal con la base financiera de compañías europeas y bajo la protección entusiasta del Rey de Holanda, Su Majestad Guillermo I, pero esta combinación fracasó a causa de los sucesos políticos que segregaron a Bélgica de Holanda. Un poco más tarde el Ingeniero Inglés Mister Baily hizo estudios en la proyectada ruta y muy particularmente en el lago de Nicaragua y en el río San Juan.

A causa de las perturbaciones políticas y de los amagos internacionales en que se vió envuelta Nicaragua después de rota la Federación, su Gobierno se vió obligado a enviar una legación antes las Cortes de Inglaterra y Francia a cargo del Licenciado don Francisco Castellón.

            El señor Castellón aunque Fracasó ante la Corte de San James, logró mejor éxito en Francia donde fue recibido y pudo hacer la propagación de la idea del canal en la Prensa y en los círculos políticos. Uno de los hechos que a la sazón tuvo mayor resonancia europea, fue la visita que hiciera en el año de 1845 el Licenciado Castellón al Príncipe Luis Napoleón Bonaparte prisionero Político en el Castillo de Ham y quien más tarde se llamó Napoleón III. Con permiso del Gobierno de Luís Felipe de Orleáns fue a Ham el diplomático nicaragüense para conversar con Bonaparte, quien le reservó muy buena acogida, tanto por la simpática presencia como por sus maneras y la serenidad con que le trató diversas cuestiones.

Es asunto fundamental fue su proposición de colocarle a la cabeza de una vasta empresa que tuviese por objeto abrir el comercio del mundo el canal interoceánico por Nicaragua, cuyo éxito sería seguro una vez que su nombre apareciera como director supremo, pues tanto el mundo financiero como todos las demás colaboraciones juntarían el esfuerzo requerido para emprender y terminar la obra magna de cortar el Continente Americano y acortar la ruta comercial para el Oriente.

En una memorable carta que el Licenciado Castellón dirigió al príncipe Luis Napoleón[i] en la cual hace historia de conversaciones anteriores, puede decirse que está resumida la negociación que el diplomático nicaragüense propuso a Bonaparte, y en la cual mostraba la habilidad y el talento persuasivo del Representante de Nicaragua.

Como es bien sabido, el Príncipe Luis Napoleón logró escapar en 1846 del Castillo de Ham y se refugió en Inglaterra donde publicó un folleto muy interesante en que se refería al canal por Nicaragua y el cual llamó fuertemente la atención europea y especialmente del Gobierno inglés, cuyas disposiciones sobre nuestro territorio se hicieron sentir bien pronto, por lo agresivas.

El Proyecto Bonaparte para la canalización escogía la ruta del río San Juan, el lago de Nicaragua, el río Tipitapa, el lago de Managua y la parte del estrecho que termina en el puerto de El Realejo. Dicho canal se llamaría “Canal Napoleónico de Nicaragua” y su trazo fue levantado por famosos ingenieros y vulgarizado más tarde por el Ingeniero Thome de Gammond.

Esta obra gigantesca fue seriamente contemplada en aquel momento, pero su interés inicial fue desviado por los trabajos políticos que llevaron a Luis Napoleón, primero a la Presidencia de Francia y luego, al imperio.

En el entretanto el Ministro Castellón había firmado con la “Compañía belga de colonización” la cabeza de la cual figuraba el Conde Hompesh, un tratado relativo al mismo asunto el cual no fue aceptado por las Cámaras Legislativas de Nicaragua.

El Gobierno Americano, no veía con buenos ojos la injerencia de Compañías o Gobiernos europeos en la construcción del canal por Nicaragua, y muy pronto llegó a este País el Ministro George Squier que protegió y dio todo apoyo a una tentativa hecha por los financieros norteamericanos que encabezó Mr. Hise en la cual se reflejaba todo el interés despertado en EE.UU. por el oro, brotaba las entrañas de California.

Todos los proyectos de canalización en Nicaragua comprendían tres partes principales: la primera sobre el río San Juan a fin de adaptarlo técnicamente a la obra, la segunda, sería la fijación de la ruta por el Gran Lago, y la tercera la perforación del istmo comprendida entre dicho lago y la costa del pacífico.

El proyecto lanzado por el Príncipe Luis Napoleón y meditado entre los muros silenciosos del Castillo de Ham, tuvo como informantes al propio Licenciado Castellón y las publicaciones de los ingenieros Baily, Garella y Child; pero al correr del tiempo fue abandonado en la parte relativa al corte de tierra firme resultado más factible según la técnica moderna escoger como puerto de salida en el Pacífico al de Brito.

El canal por Nicaragua acorta considerablemente las distancias y hace una economía colosal en los transportes aun haciendo un examen comparativo con el ya efectuado de Panamá. Como defensa del Continente Americano los técnicos de la materia han declarado la necesidad imperiosa de su construcción siendo insuficiente la que proporciona la ruta ya construida en el Darién.

            La idea acariciada por Bonaparte está próxima a tener un principio de ejecución.




[i] Esta carta se encuentra en el folleto que publicara Luis Napoleón sobre el Canal por Nicaragua y que yo tradujera de una versión francesa, el original fue escrito en inglés, y que me  publicara el Boletín de Bibliografía  y Documentación del Banco Central.  Por ser pertinente la carta  al artículo de mi abuelo Dr. Hildebrando A. Castellón ya que la menciona, la copio la traducción  a continuación:


León de Nicaragua, 6 de diciembre de 1845

“Príncipe:

Con el mayor placer recibí la Carta de Vuestra Alteza, de fecha 12 de agosto, en que me expresáis los sentimientos de amistad y estima,  por los  que me siento muy honrado.  A lo anterior añadís vuestras ideas relativas al canal de Nicaragua, encaminadas de  la mejor manera para la prosperidad de Centro América.  Me anunciáis al mismo tiempo que estáis mucho más dispuesto a  viajar  a este país para avivar   con vuestra presencia y vuestro concurso la ejecución de esta magna  obra, que bastaría a la más noble ambición y que estáis presto a aceptar, sin otro designio que el de cumplir una tarea digna del gran  nombre que lleváis.  Antes de abordar esta materia  de tan  gran interés para mi patria, solicito a Vuestra Alteza el permiso de expresaros,  en retorno de las expresiones halagadoras  de  que os servís con respecto de mi poco mérito, que estos conceptos son  la mejor prueba de la magnanimidad y benevolencia de vuestro corazón.

Cuando estuve  en Francia, en calidad de Ministro Plenipotenciario, estaba deseoso, antes de dejar  Europa, de haceros una visita en  Ham.  Aspiraba al honor de veros, no solamente a causa de la popularidad que rodea vuestro nombre en el mundo, sino también   porque había podido juzgar por mí mismo, en vuestro país natal, del alta estima que se atribuye a vuestro carácter  y de la simpatía que inspiran vuestras desdichas.  

Admiré vuestra resignación y vuestro amor por esta Francia donde vivís prisionero; mas tuve una secreta satisfacción viendo vuestro espíritu exaltarse ante la evocación  del inmenso trabajo del cual mi país se preocupa, y que podría tan vivamente promover el progreso de la civilización.

Las disposiciones que vos me anunciasteis, y las notas adjuntas a vuestra carta, han excitado aquí el más vivo entusiasmo, con el cual se mezcla una profunda gratitud. 

Tengo la satisfacción de comunicar a Vuestra Alteza que mi gobierno, plenamente convencido de  que el verdadero medio de realizar el capital necesario para esta empresa es colocarla bajo el patrocinio de un nombre independiente, como el vuestro, por la fortuna y  la posición, y que atrayendo la confianza de dos mundos, aleja  de aquí  todo temor de dominación extranjera;  y que este gobierno,  observa, en Vuestra Alteza,  a  la única persona, que puede llenar estas diversas condiciones.  Educado en una República, Vuestra Alteza ha mostrado con  su noble conducta en Suiza en 1838, hasta donde un pueblo libre puede contar con vuestra abnegación, y nosotros estamos seguros de  que si vuestro tío, el gran Napoleón, se hizo inmortal por sus victorias, Vuestra Alteza puede adquirir entre nosotros una gloria igual por los trabajos de la paz,  que no hacen sino derramar lágrimas de reconocimiento.

Desde el día en que  poséis los pies sobre nuestra tierra, una nueva  era de prosperidad se iniciará  para sus habitantes.

Lo que pedimos a Vuestra Alteza que nos permita proponerle no es indigno de su alta consideración, ya que  antes de 1830, el Rey Guillermo de Holanda  había aceptado algo similar.  Si nosotros no le entregamos inmediatamente los poderes necesarios para las primeras negociaciones de estos inmensos trabajos, es debido a la ausencia actual de las cámaras legislativas, cuya intervención es necesaria para el examen de un tratado que firmé el año pasado con el conde de Hompesch, Presidente de la Compañía Belga de colonización.  Este tratado no habiendo sido tan  favorablemente acogido como yo lo había esperado, es probable que el gobierno sea autorizado a dirigirse a vos, pudiendo así satisfacer el clamor  nacional.   De la misma manera parece resuelto a enviarme cerca de vos con las instrucciones necesarias para  que tratemos ampliamente  esta cuestión.

Otra causa de retraso es la reciente conmoción popular en este país.  Pero como el número de descontentos es mínimo, y el gobierno tiene el apoyo de la opinión pública, pienso que esta revolución  está llegando  a su término, y que la próxima calma permitirá dar el más rápido impulso a nuestra magna empresa.

El gobierno está convencido de  que la construcción del canal,  al dar  trabajo a todos los brazos desocupados, será un nuevo medio de pacificación y de bienestar para este pueblo, desde hace tan  luengo tiempo cansado de los horrores de la guerra civil.

Tanto por la impaciencia de ver el inicio de una obra en la cual deseo emplear todas mis facultades, como por el deseo de ver a Vuestra Alteza arreglar los destinos de mi patria, aspiro al honor de  volveros a ver en Ham, aunque sólo fuere por pocas horas, conservando la esperanza de asistir a vuestra liberación, por la que no ceso de dirigir fervientes ruegos a Dios.

Hago propicia esta oportunidad para expresar a Vuestra Alteza etc.”

“FRANC. CASTELLON.”
  

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