De Izquierda a derecha: Dr. Hildebrando A. Castellón,
Rubén Darío y Alejandro Bermúdez
DARÍO EN GUATEMALA
(TEXTOS DARIANOS SEMIDESCONOCIDOS)
Era el año de
1915. Rubén Darío, acompañado del orador
nicaragüense don Alejandro Bermúdez, alejándose de los campos de guerra
europeos embarcose en Barcelona, rumbo a los Estados Unidos. El eco de los cañones y el espectro de la
matanza llenaron de tristeza el corazón de nuestro poeta y con el auxilio del
Márquez de Comillas pudo llegar a las
tierras del Hudson a predicar PAZ Y JUSTICIA.
En Nueva York,
Darío leyó el 4 de febrero en la
Universidad Columbia su gran poema Pax y recibió las generosas y admirativas
felicitaciones del millonario Huntington; pero un día la fiebre le clavó en una
cama del Hospital y se le desarrollo en una neumonía; mientras tanto, los
recursos escaseaban y la situación se tornaba para nuestro compatriota lúgubre,
y sombría.
El Licenciado
Estrada Cabrera, entonces Presidente de Guatemala, informado por sus agentes o
cónsules de la crítica situación de Darío, ordenó que se le auxiliase con esplendidez y tan luego pasó la
tormenta y entró en convalecencia, el Dictador guatemalteco, que también tenía
aires de Mecenas, ofrecióle la hospitalidad patria, grata por el clima y
brillante por la generosidad.
Darío tomó
pasajes para Guatemala y en breve sus amigos y compatriotas corrimos a su
encuentro felices de verlo y de admirarle más de cerca. De la estación
ferroviaria el landó presidencial que conducía el Gral. Heussler, jefe del
Estado Mayor guatemalteco, llevó a Darío al Hospital Imperial donde fue
regiamente atendido. En el landó tuvimos
también asiento el hijo de Rubén, hoy Rubén Darío C. y el suscrito.
Como Darío se
sintiera débil y con una salud precaria me pidió que le examinara como médico y
le aplicara un tratamiento.
Procedí en
consecuencia y desde el día siguiente empecé a medicinarle poniéndole una serie
de inyecciones hipodérmicas que
paulatinamente le dieron vigor y ayudaron a su restablecimiento; pero debo
confesar que cada una de las aplicaciones le causaba a nuestro ilustre amigo
una crisis de nervios, tal era su Naturaleza hiperestésica y su virtud
extra-sensible.
No tardó Darío
en sentirse restablecido y un día, después de haber hecho su primera visita al
Licenciado Estrada Cabrera, tuvo un rato de expansión que le impulsó a
frecuentes libaciones, permaneciendo por tres semanas en estado de
semi-intoxicación alcohólica. Aquella
vez su bebida favorita era el oporto G. Repuesto de aquellos achaques reincidió
un mes más tarde y entonces su sed espiritosa se calmaba con un whiskey and
soda.
En el
entretanto, el presidente Estrada Cabrera se preocupó de la salud del laureado
bardo y encargó a su médico particular, el doctor Fonseca, y al Decano Dr.
Rosal de visitarlo y establecer su asistencia; pero Darío que con algunas cosas
perdía la modestia y la timidez habituales, los rechazó diciéndoles que no
necesitaba de veterinarios y que él tenía su médico que era discípulo de
Bouchard.
Supo Estrada
Cabrera la especie y me hizo llamar para decirme lo siguiente: “He sabido que
Ud. es amigo de Darío y que como yo, se interesa por su salud; además, parece
que como médico, solo en UD. tiene confianza y por eso deseo poner a sus
órdenes todo lo que necesite para activar su curación. Tanto el jefe del Estado Mayor, como el
Coronel Raquíam, Director de la Policía tienen instrucciones para atenderle y
el Gerente del Hotel ya sabe que debe obedecer sus prescripciones al pie de la
letra.” Los deseos presidenciales,
efectivamente, coincidían con los míos y resolví desde aquel momento proceder
manu militari. Corrí al Hotel y con
objeto de impresionar a nuestro enfermo le tuve este lenguaje:
Me llamó el
Licenciado para decirme que debes estar bueno dentro de ocho días y como ni tú
ni yo nos vamos a burlar de esa orden, es preciso que me ayudes a cumplirla.
Una crisis
violenta produjo a Darío aquellas noticias y casi gritaba pronunciando estas
palabras...... Siberia.....Legación Alemana..... Horror! Cuando se aquietó un
poco saqué un papel y escribí:
Whiskey.......
15 gramos. Una dosis cada tres horas –y luego firmé.- Le tendí el papel y
añadí:
“que vaya el criado a la cantina por este medicamento y
que tenga el cuidado que sea exacto.”
Así se percató Rubén de que se trataba de una
copa de su licor favorito, me abrazó y con una indecible satisfacción gritó:
“Guzmán, vaya a la cantina con esta receta “. Y como el criado bonachón no
comprendiera, le arrojó con violencia el plato que tenía en la mano y que
contenía los trozos de carbonato de magnesia con que calmaba su acedía Poco después llegaba el “trago” y días más
tarde Rubén salía de paseo por los baños del Sauce.
Como se
aproximaba el aniversario de la muerte de doña Joaquina, madre de Estrada
Cabrera, Rubén compuso para aquella fecha un soneto que fue muy apreciado por
el Presidente de Guatemala.
DR.
HILDEBRANDO A. CASTELLÓN
GUATEMALA-1915
(GRADUADO
EN PARÍS-LA SORBONA -1900)
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